segunda-feira, 21 de novembro de 2011

Manuel Castells, o euro e a democracia na Europa


“A quem serve o euro?”, pergunta o sociólogo Manuel Castells, dando destaque à verdadeira questão europeia do momento. É a resposta a essa pergunta que define os rumos das velhas democracias do Velho Mundo. Como temos dito neste Blog, a defesa do euro, nesse cenário de crise, serve unicamente aos bancos e governos franceses e alemães. São eles que estão decidindo pela mídia e pela política da UE. E já demonstraram claramente o desprezo pela democracia, quando ameaçaram a Grécia de Papandréou por convocar um referendo legítimo para decidir sobre a economia. Também demonstram esse desprezo ao influenciar no enfraquecimento de líderes e na eleição de novas lideranças neoliberais sintonizadas com seu poder. Não há salvação para o povo europeu enquanto se der prioridade à salvação do euro – basicamente é o que conclui Castells em seu artigo (publicado dia 12 no La Vanguardia e que, para minha surpresa, Cesar Maia traduz trecho no seu Ex-Blog de hoje).
A seguinte, o trecho traduzido por Cesar Maia e em seguida o artigo completo em espanhol.
MANUEL CASTELLS: "NÃO SE TRATA DE SALVAR O POVO, MAS DE SALVAR O EURO"!           
(La Vanguardia, 20)  1. O problema não é a complexidade da crise, mas a democracia. O que os políticos mais temem nesses momentos é que os substituamos, que roubemos deles esse poder delegado que mantêm, por um mecanismo controlado de eleições entre opções enquadradas nos limites do sistema, e legitimadas pela mídia.
2. Na realidade, não se trata de salvar o povo, mas de salvar o euro, como se fossem a mesma coisa. Por que tanto interesse? E de quem? Porque dez dos 27 membros da União Europeia vivem sem o euro e algumas de suas economias (Reino Unido, Suécia, Polônia) são muito mais sólidas que a média da União Europeia? Defender o euro até o último grego é a primeira linha de defesa para uma moeda que está condenada porque expressa economias divergentes e que não têm um estado que a respalde. Com Portugal e Irlanda na UTI, a Espanha na corda bamba, e uma Itália em permanente crise política e endividada até o pescoço de seu ex-líder, a defesa franco-germânica do euro tem outras explicações.
3. A primeira razão é obvia: salvar os bancos, principalmente os alemães e franceses, que emprestaram sem garantias para a Grécia e aos demais PIGS (Portugal, Itália, Grécia e Espanha) mediante a manipulação de contas praticada, pelo menos no caso da Grécia, pela consultoria da Goldman Sachs (certamente, deve ser simples coincidência que Draghi, o novo presidente do Banco Central Europeu também foi empregado da Goldman Sachs).  De início, já aceitam que precisarão esquecer 50% da dívida da Grécia. Mas os outros 50% têm que ser tirados do sangue, suor e lágrimas dos gregos, para que o não pagamento não acabe impune.
4. Quebram os países para que os bancos não quebrem. Mas por que se faz isso? No fim, os Merkozy [Merkel e Sarkozi] não são funcionários dos bancos. Têm seus interesses políticos, nacionais e pessoais. A Alemanha necessita realmente que o euro seja a moeda europeia e que seus sócios não possam desvalorizá-la. Porque o modelo de crescimento alemão é na realidade, o mesmo que o chinês: crescer por meio de exportações favorecidas por uma moeda subvalorizada. Se houvesse um euro-marco forte, a Alemanha perderia mercados na Europa perderia competitividade em relação a exportações espanholas ou italianas.
5. Mas há outra dimensão político-pessoal. Tanto Merkel quanto Sarkozy precisam estabelecer sua liderança europeia por razões de política interna e por projeto de grandeza nacional que é preciso disfarçar, para não despertar velhos fantasmas. E as outras elites políticas europeias? O sentimento de serem europeus, em um mundo em mudanças desde a América do Norte até a Ásia, dá-lhes a impressão de ser algo mais que produtos aldeanos do aparato de partido que tanto desprezam.
6. E o sonho europeu? Ele pode ser construído com as pessoas, amando-nos uns aos outros, em vez de ver quem paga a conta. Quando pensar em euro, pense fraude. Quando pensar em Europa, pense amigos.
¿A quién sirve el euro?
Manuel Castells
Ya no cabe duda sobre el talante antidemocrático de la UE. La propuesta de Papandreu de preguntar a sus conciudadanos si aceptaban vivir en austeridad espartana para poder pagar en euros desencadenó una tormenta financiera y política que entre amenazas e improperios de Merkozy y Cameron provocó la crisis del Gobierno griego y puso al país patas arriba.
¿Qué hay de malo en que la gente decida sobre su salud, su educación y su empleo? ¿Son temas demasiado complejos para el populacho? No exageren, que algunos tenemos más estudios que los mandamases. Con algunos colegas me comprometo a explicar clarito a los ciudadanos de qué va el euro y su crisis y a quiénes benefician y perjudican y cuáles son las distintas opciones posibles, incluida el repatriar al euro a Bruselas. A condición naturalmente de tener la misma información que se reservan financieros y gobernantes. El problema no es de complejidad, sino de democracia. A lo que más temen los políticos en estos momentos es a que los ocupen, a que les arrebaten ese poder delegado que mantienen mediante un mecanismo controlado de elecciones entre opciones encerradas dentro de límites sistémicos y legitimadas mediáticamente. Un referéndum, sin ser una forma perfecta de decisión popular, abre el abanico de posibilidades, siempre y cuando sea limpio. Había que ver a asesores políticos europeos aconsejando que si se hacia el referéndum se hiciera con una pregunta inteligente, o sea sesgada hacia lo que conviene. Hay, profundamente, arrogancia elitista y repulsión hacia la voluntad popular, por mucho que se disimule. Porque aunque se equivocara el pueblo, tiene derecho a hacerlo. Ya pasó el tiempo de los que nos salvaban porque no sabíamos lo que hacíamos.
En realidad no se trata de salvar al pueblo, sino de salvar al euro, como si esto fuera equivalente. ¿Por qué tanto interés? ¿Y de quién? Porque diez de los veintisiete miembros de la UE viven sin euro y algunas de sus economías (Reino Unido, Suecia, Polonia) son mucho más sólidas que la media de Unión. Defender el euro hasta el ultimo griego es la primera línea de defensa para una moneda que está condenada porque expresa economías divergentes y no tiene un estado que la respalde. Con Portugal e Irlanda en la UVI, España en la cuerda floja y una Italia en permanente crisis política y endeudada hasta las orejas de su histriónico ex líder, la franco-germana defensa del euro tiene otras explicaciones que la historia de terror que nos cuentan sobre la catástrofe financiera que ello implicaría con efectos devastadores en nuestro cotidiano como si la vida dependiera de la bolsa. La primera razón es obvia: salvar a los bancos, sobre todo alemanes y franceses, que prestaron sin garantías a Grecia y demás PIGS mediante la manipulación de cuentas que, al menos en el caso de Grecia, hizo la consultoría de Goldman Sachs (Por cierto, debe ser simple casualidad que Draghi, el flamante nuevo presidente del BCE también fuera empleado de Goldman Sachs). De entrada ya tienen que olvidarse del 50% de la deuda de Grecia, aunque no está claro quién acabará pagándola. Pero el otro 50% lo tienen que sacar de la sangre, sudor y lágrimas de los griegos, prestándoles nuestro dinero, para que el impago no quede impune. Si Grecia denunciara la deuda, como hizo Islandia a quien le va tan ricamente, un dracma devaluado en 60% haría impagable el resto de la deuda. Más aun, el efecto contagio en mercados financieros llevaría al impago de gran parte de la deuda soberana, llevando a la quiebra a los bancos que se aprovecharon del euro para prestar sin solvencia.
O sea, se trata de salvar a unos bancos concretos y, en términos más amplios, evitar una nueva crisis del sistema financiero. Se quiebran países para no quebrar bancos. ¿Pero por qué se hace? Al fin y al cabo, los Merkozy no son empleados de banca. Tienen sus intereses políticos, de país y personales. Alemania es la que realmente necesita que el euro sea la moneda europea y que sus socios no puedan devaluar. Porque el modelo de crecimiento alemán es en realidad el chino: crecer mediante exportaciones favorecidas por una moneda subvalorada y reducir salarios (reducción del 2% en términos reales en el último quinquenio). Si hubiese un euro-marco fuerte, Alemania perdería mercados en Europa y competitividad respecto a exportaciones españolas o italianas. Pero hay otra dimensión político-personal: tanto Merkel como Sarkozy necesitan establecer su liderazgo europeo tanto por razones de política interna como por proyecto de grandeza nacional que se tiene que disfrazar de europeo para no despertar viejos fantasmas. ¿Y las otras élites políticas europeas? Algo semejante ocurre, su importancia personal y de país se realza siendo cola del león europeo porque la ratonez de su ámbito les viene estrecha. Sentirse europeos, en un mundo en tránsito desde Norteamérica a Asia, les da la impresión de ser algo más que productos aldeanos del aparato de partido que tanto desprecian.
¿Y nosotros en todo esto? Cierto que el desbarajuste financiero que ocasionará (no hay errata de tiempo de verbo) el advenimiento de la euro-peseta causará problemas de transición en la economía y en nuestros bolsillos, en condiciones que dependen de cómo se produzca la transición. Pero se recuperaría la soberanía de política económica, se ajustaría la realidad monetaria y financiera a la economía real, se incrementaría la competitividad, ganando mercados externos e internos, habría una explosión de turismo que sería a precios de ganga. Se podría reactivar la economía emitiendo moneda. Y por tanto se incrementaría el empleo. Porque lo esencial es crecer, no flagelarse. Claro: habría inflación. Pero es la mejor receta para reducir deuda, incluida la de su hipoteca.
¿Y el sueño europeo? Pues hagámoslo con la gente, amándonos los unos a los otros, en lugar de ver quién paga la cuenta. Cuando piense euro, piense estafa. Cuando piense Europa, piense amigas.